Las Carmelitas Descalzas

Las traeré a mi Monte santo, las alegraré en mi casa de oración (Is. 56,7)

La Carmelita Descalza ha sido llamada por Dios para vivir en obsequio de Jesucristo, imitando a la Virgen María, ofrecida enteramente a Él por la salvación del mundo, siendo signo de la primacía de Dios: «Solo Dios basta».

«Todas las que traemos este hábito somos llamadas a la oración y contemplación»

Nuestra Santa Madre, Teresa de Jesús, nació en Ávila, en 1515. Conoció el gran cisma de la fe que flagelaba a Europa y la pérdida de tantas almas despertaba en ella un deseo ardiente de consolar el Corazón de Cristo. Entonces Dios le inspiró la idea de fundar un convento bajo la Regla primitiva de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, que se había visto mitigada por la disipación del recogimiento, del silencio, del espíritu de penitencia y mortificación, y así era como ella estaba viviendo en el Monasterio de la Encarnación de Ávila.

«Acordémonos de nuestros santos padres pasados, ermitaños del Monte Carmelo, cuya vida pretendemos imitar»

La restaurada Regla primitiva y las Constituciones elaboradas por ella misma formaban el cerco con el cual quería proteger a su viña de todos los peligros externos. El antiguo espíritu del Carmelo surgió con más fuerza todavía y enriquecido por la experiencia mística de Santa Teresa, que transmitió a sus hijas el celo apostólico de vivir en ofrenda por los defensores de la Iglesia, los sacerdotes.

«…haciendo eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que pudiese… confiada yo siempre en la gran bondad de Dios que nunca deja de ayudar a quien por Él se determina a dejarlo todo».

El resurgir de la vida eremítica y las peregrinaciones masivas a Tierra Santa en los siglos XI y XII, propiciaron los orígenes de nuestra Sagrada Orden: un grupo de ermitaños se asentaron junto a la Fuente de Elías, en el wadi’ain es-Siah, junto a la Bahía de Haifa.

Veneramos al Profeta Elías como nuestro guía y Padre. Los ermitaños del Carmelo vivían como hijos suyos y hermanos de la Bienaventurada Virgen María. San Bertoldo los organizó como cenobitas, y por iniciativa de San Brocardo obtuvieron una Regla de vida, dada por San Alberto, Patriarca de Jerusalén en los primeros años del s. XIII.

Permanezca cada uno en su celda,… meditando día y noche la Ley de Señor y velando en oración…

Regla n. 4
Primitivos ermitaños del Monte Carmelo junto a la Fuente de Elías

Vivir en obsequio de Jesucristo

En nuestra Regla se destaca este fin principal. Esta espiritualidad cristocéntrica halló eco en el alma de nuestra Santa Madre, Teresa de Jesús, para quien Nuestro Señor Jesucristo es el Esposo sumamente amado, y ella el alma enamorada que ha dejado todos los regalos del mundo por su amor (CAD 4). Santa Teresa comprendió que este amor de Dios debe impulsar a trabajar generosamente por la Iglesia.

Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?

Santa Teresa de Jesús

El Carmelo es todo de María

Los ermitaños del Carmelo vivían como hermanos de la Bienaventurada Virgen María, y en su honor construyeron el primer santuario en el Monte Carmelo. Más tarde, cuando la Orden se trasladó a Occidente y estaba pasando por grandes dificultades, la Virgen María se apareció en 1251 al Padre General, San Simón Stock, y le entregó el Santo Escapulario como prenda de salvación y signo de su protección maternal.

Parezcámonos, hijas mías, en algo a la gran humildad de la Virgen Sacratísima, cuyo hábito traemos.

Santa Teresa de Jesús.

Para los carmelitas, la Virgen María es nuestra Madre, Patrona, Hermana y Modelo. Queremos conformarnos a Ella para gozar plenamente una relación con Dios, según su ejemplo, viviendo con, en, por y para María.


Como a nuestro segundo Padre y guía veneramos al primero de los Carmelitas Descalzos, San Juan de la Cruz. En él encontramos el espíritu primitivo en su forma más pura. Desde niño estuvo bajo la protección de la Madre de Dios. Él fue el instrumento elegido para vivir y enseñar el espíritu de la reforma de la Orden iniciada por Santa Teresa. Él fue quien formó, junto a ella, a la primera generación de los Carmelitas Descalzos, frailes y monjas, por su magisterio oral, escrito y dirección espiritual.